PERSONAJES
• RICARDO DE
LA PARRA. Iza – Boyacá Noviembre 1815 - Envigado - Antioquia 1873. Sus padres
D. Juan Francisco y Dª Ana Gregoria Díaz. Sobrino del Dr. N. Parra, quien era
protector infatigable de la familia y cura de Iza en ese entonces. Desde muy
niño fue llevado a Bogotá para recibir una esmerada educación. La guerra de la
independencia cobijó su juventud. Terminada su primaria, ingresó al Colegio
Nuestra Señora del Rosario, en donde hizo el curso llamado filosofía, allí se
destacó por su inteligencia, aplicación al estudio, por sus arrebatos de
argumentación y giros de perceptibilidad. Luego entro a tareas de Facultad
Mayor, como se decía en ese tiempo y estudio medicina y derecho patrio,
obteniendo sus grados en ambas materias entre los años 1837 y 1838. Colaboró en
periódicos como El Joven. Fue congresista y militar y participo en las guerras
civiles de mediados del siglo XIX. Introdujo en Colombia las ideas de Benjamín
Bentham. Escribió varias obras, entre ellas: La guirnalda de Julia, Cinco
piezas en verso, Poesías, Carta sobre filosofía moral y Memoria sobre el
tratamiento nacional y eficaz de la elefantiasis de los griegos.
Extraído del libro: “Recuerdos de un viaje de Medellín a Bogotá” de Manuel Uribe Ángel.
Editorial Universidad de Antioquia. Narrativa/Patrimonio.
La atribución de
rasgos animales a los enfermos de lepra con el término de facies leonina será
característica del saber médico, aún en el siglo XX.98 En un tono tan patético como el de
Carda, el médico Ricardo de la Parra publicó en 1868 un complicado estudio
sobre elefantiasis, escrito en un lenguaje bíblico lleno de execrables imágenes
literarias, donde evocaba a la enfermedad como "el mal hercúleo",
"primogénito de la muerte" y "rey de los espantos".
Parra
mostraba sin embargo alguna familiaridad con la obra clásica del médico noruego
Daniel C. Danielssen sobre la lepra, y describía la elefantiasis como la
enfermedad constitucional por excelencia.99 Por lo demás, en su definición se
adivina la influencia del lenguaje del médico escocés Brown y su idea de que
las enfermedades eran asténicas:
La Elefantiasis de
los Griegos es una perturbación de la acción refle ja que hiere de atonía o de
un principio de parálisis, a todo el sistema vascular contráctil, y que
produciendo por esto una astenia general de todas las funciones, engendra una
discrasia general para lle gar a una mortificación más o menos profunda de
todos los tejidos. 100
Como era usual,
Parra presentaba una extensa enumeración de las causas predisponentes y las
causas directas u ocasionales de la lepra, entre las que incluía el contagio,
como también la herencia. 101 Debido a que la noción de contagio que
usaban estos médicos era diferente del concepto moderno de infección, como se
ha explicado, la idea de que la lepra era contagiosa no resultaba en absoluto
contradictoria con la idea de que podría ser heredada también. El interés de
Parra por la enfermedad se debía a que varios miembros de su familia la
padecían, lo cual no obstaba sin embargo para que en sus escritos asegurara que
la elefantiasis relajaba el sentido moral de los enfermos, tornándolos
irascibles, envidiosos, tímidos, desconfiados, insensibles y perversos, como se
decía de los leprosos medievales. Este prolífico autor, que dedicó buena parte
de su vida al estudio de la lepra y a proponer al gobierno y al parlamento
diversas soluciones, estaba convencido de su originalidad científica y de haber
resuelto el problema teórico de la verdadera naturaleza y
causa de la enfermedad.102
La mayoría de los estudios
examinados trataba extensamente el tema de la terapéutica. En una época en que
la medicina no se en contraba organizada como profesión, los enfermos, como
clientes más que como pacientes, podían demandar cierto tipo de tratamiento y
aun cierta clase de diagnóstico. Los médicos, cuyas carreras dependían de los
pacientes y estaban interesados en asegurar una cliente la, editaban largas y
detalladas listas de remedios y de posibles curas para la lepra. De hecho, el
manuscrito anónimo titulado Régimen que debe observar todo enfermo atacado de
elefancia o lepra, en cualquier estado de la enfermedad, publicado en 1858,
terminaba con una nota anunciando que el doctor Ricardo de la Parra preparaba y
vendía los remedios descritos. 107 De la misma manera, la
costumbre de ciertos médicos de presentar a las autoridades ejemplos de su
puestos casos de lepra curados por ellos debe ser entendido como una manera de
asegurar las ganancias potenciales de tales remedios. Éste parece ser el caso del
doctor Esteban Pardey de Barranquilla, quien en 1847 presentó al entonces
presidente de la repúbli ca, General Tomás Cipriano de Mosquera, dos pacientes
de lepra que él alegaba haber curado, lo cual no es imposible puesto que la
lepra muchas veces sanaba de manera espontánea.108
97
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Montoya.
Contribución al estudio de la lepra en Colombia. p.56.
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98
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Moller-Christensen. leprosy Changes of
the Skull (Odense: Odense University Press. 1978).
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99
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Sobre
Danielssen se tratará en el capítulo 3.
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100
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Ricardo
de la Parra. la elefantiasis de los griegos y su verdadera naturaleza
(Bogotá: Imprenta de Gaitán. 1868). p.40; ver también. pp.38 y 56. Una
versión de este libro había sido publi cada en París como Ensayo sobre el
Zaarah de Moisés o especimen de una obra seria sobre la Elefantiasis de los
Griegos (París: Imprenta de Bonaventure l Ducessols. 1864).
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101
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Parra.
la elefantiasis de los griegos, pp.154-157 v 197-219.
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102
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Sobre
Ricardo de la Parra, véase: Montoya, Contribución al estudio de la lepra en Colombia,
p.67 y Joaquín Ospina, Diccionario biográfico y bibliográfico de Colombia,
Tomo 3 (Bogotá: Editorial Águila, 1939), pp.231·234.
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103
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Ignacio
Pereira, Elefantiasis de los griegos: Carta dirigida al señor Ricardo de la
Parra (Bogotá: Imprenta de Foción Mantilla, 1866), ver especialmente pp.1-5.
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104
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Ácarus
significaba, en general, animales muy pequeños o animáculos.
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105
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Ibid.,
p.5.
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106
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Sobre
la medicina homeopática y sus conflictos con la medicina alopática que ya se
perfilaba como la medicina oficial. véase: María del Pilar Guzmán Urrea.
"La alopatía y la homeopatía en el siglo XIX: conflicto entre dos
prácticas médicas". Anuario Colombiano de Historia Social y de la
Cultura. 1995. (22): 59-73
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107
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"Régimen
que debe observar todo enfermo atacado de elefancia o lepra. en cualquier
esta do de la enfermedad". en: Montoya. Contribución al estudio de la
lepra en Colombia. pp.60-61.
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108
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Esteban
Pardey. "Exposición del Dr. Esteban Pardey sobre el uso del huano en la
elefancia", en Ibid .. pp.59-60
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109
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José
María Ruiz, "De la elefantiasis de los griegos", Tesis para la
revalidación del grado, 1867, Biblioteca Nacional, Fondo Pineda, No.399. Este
trabajo debió ser realizado en la escuela de medicina que dirigía Vargas
Reyes, ya que la Universidad Nacional sólo comenzó a funcionar a comienzos
del año de 1868.
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110
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Como
era usual, Ruiz no citaba fuentes; por lo tanto no se sabe si se refería al
padre o al abuelo del célebre naturalista Charles Darwin, ambos médicos,
aunque no conozco que ellos hubiesen escrito sobre lepra.
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111
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Samuel
Durán, 'Elefantiasis de los griegos. Tesis para el doctorado en medicina y
cirugía, presentada a la Universidad de los Estados Unidos de Colombia por
Samuel Durán", Anales de la Universidad, 1874, 8 (67-721: 455-501, en
p.478
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112
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bid.
pp.478-9..
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Extraído de: Batallas contra la Lepra: Estado, Medicina y Ciencia en Colombia. Obregón
Torres , Diana.
Sería difícil encontrar un médico a quien Colombia deba tanto en lo referente a la medicina preventiva y al conocimiento de las enfermedades infecciosas como al profesor Luis Patiño Camargo, fallecido hace casi tres décadas y permanentemente recordado en los anales de la ciencia de nuestro país.
Nacido en Iza, población cercana a Sogamoso, se graduó de bachiller en el Colegio Mayor del Rosario en Bogotá y estudió Medicina en la Universidad Nacional donde se graduó en 1922. Desde muy joven mostró gran interés por las técnicas bacteriológicas y de laboratorio clínico, en ese entonces en pleno surgimiento, y se vinculó desde 1918 al recién creado Laboratorio Samper Martínez, germen de nuestro futuro Instituto Nacional de Salud. Allí desarrolló su tesis de grado que vino a dar fin a una polémica vigente desde finales del siglo XIX, sobre la existencia o no del tifo exantemático en Bogotá que para muchos era sólo una forma hipertóxica de la fiebre tifoidea: su impecable demostración de la rickettsia como agente etiológico estableció claramente el diferente origen de las dos enfermedades.
Muy recién graduado se trasladó a Norte de Santander, donde hizo memorables estudios sobre enfermedades gastrointestinales, paludismo y fiebre amarilla endémica; residenciado por varios años en San Cristóbal (Venezuela), allí nació su primogénito José Félix Patiño Restrepo, otra gloriosa figura de la cirugía y la educación médica en Colombia, cuyo octogésimo aniversario acabamos de celebrar.
Regresado a Bogotá en 1932, ascendió por riguroso concurso el escalafón docente hasta llegar a ser profesor titular de la cátedra de Clínica Tropical y profesor honorario de la Universidad Nacional. Al tiempo escaló notables posiciones en la salud pública, habiendo sido Director Nacional de Higiene, de Salubridad Nacional y director del naciente Ministerio de Salud, cargo equivalente al actual de Ministro. Simultáneamente publicó nu merosos trabajos de investigación, sobre todo en el campo de la fiebre amarilla, que culminaron en su excelente resumen titulado Notas sobre la fiebre amarilla en Colombia, uno de los más completos y consultados aún en la actualidad. Al mismo tiempo dedicó sus observaciones a una extraña fiebre aparecida en el corregimiento de Tobia, cercano a Villeta; sus investigaciones llegaron a demostrar que se trataba de otra forma de rickettsiosis, similar a la fiebre manchada de las Montañas Rocosas, que describió en detalle en un artículo ya clásico del American Journal of Tropical Medicine, y cuyos brotes, hoy muy controlables, se han presentado esporádicamente desde entonces en varias regiones del país.
Pero aún no cesaban sus inquietudes sobre otras enfermedades infecciosas, en cuyo estudio supo parangonar hábilmente la epidemiología, la observación clínica y el laboratorio. Llamado a finales de los 30 a estudiar un brote febril agudo y con frecuencia mortal en las inmediaciones de Pasto (en aquel entonces distante varios días de la capital del país), allí se trasladó con uno de sus más brillantes y jóvenes alumnos, el hoy profesor Hernando Groot, y entre los dos realizaron los primeros extendidos de sangre que vinieron a demostrar, sin lugar a dudas, que se trataba de la bartonelosis también conocida como fiebre de Oroya o enfermedad de Carrión. También a comienzos de esa década prestó sus servicios como Inspector de Sanidad de las Fuerzas Armadas en la guerra con el Perú, donde se salvó milagrosamente de un naufragio en el río Orteguaza, en el que cuatro de sus cinco acompañantes perecieron.
Ya en las décadas de los 40 y 50 representó brillantemente al país en congresos científicos internacionales, habiendo sido uno de los más tenaces defensores de la naciente Organización Panamericana de la Salud (OPS) y contribuyendo de manera esencial al establecimiento y financiación de numerosas campañas entre nosotros por la Fundación Rockefeller. Sus acotaciones originales al lenguaje técnico por varias décadas contribuyeron a su elección como Académico de la Lengua, siendo a través de su vida un extenso cultivador de los clásicos griegos y latinos. Fue Presidente de la Academia Nacional de Medicina y de numerosas academias y sociedades científicas internacionales, algunas de las cuales lo distinguieron con sus condecoraciones más elevadas.
Como dijo el desaparecido Académico Carlos Sanmartín con ocasión del centenario de su nacimiento: "El doctor Patiño era suave pero firme; serio y estricto sin ser adusto; afable y con sentido del humor. Fue hombre de hogar cariñosamente dedicado a su esposa e hijos con los cuales no escatimó esfuerzos para darles, como a su primogénito, la mejor formación posible". A su muerte escribió Juan Lozano y Lozano: "En él se daban cita excelencias del intelecto y la conducta que rara vez se encuentran reunidas y, sobre todas esas cualidades, si no fuera paradoja, se diría que resplandecía su modestia".
Sus últimos años los pasó retirado en su hacienda de Gotua, en las vecindades de Iza, y por su propia voluntad dispuso que, a su muerte, se le enterrara en la misma población, donde hoy reposan sus restos. Pero su memoria ocupa hoy un sitial de honor en la historia de la ciencia colombiana.
El texto anterior fue publicado previamente en la revista Innovación y Ciencia volúmen XIV, número 2 de 2007 y se reproduce bajo la autorización de la revista Innovación y Ciencia y la Asociación Colombiana para el Avance de la Ciencia.
Observación: Nombre Completo: Luis Benigno Patiño Camargo
RESEÑA HISTÓRICA
Luis Patiño Camargo
(1871-1978)
(1871-1978)
EFRAIM OTERO RUIZ*
* Presidente, Sociedad Colombiana de Historia de la Medicina.Sería difícil encontrar un médico a quien Colombia deba tanto en lo referente a la medicina preventiva y al conocimiento de las enfermedades infecciosas como al profesor Luis Patiño Camargo, fallecido hace casi tres décadas y permanentemente recordado en los anales de la ciencia de nuestro país.
Nacido en Iza, población cercana a Sogamoso, se graduó de bachiller en el Colegio Mayor del Rosario en Bogotá y estudió Medicina en la Universidad Nacional donde se graduó en 1922. Desde muy joven mostró gran interés por las técnicas bacteriológicas y de laboratorio clínico, en ese entonces en pleno surgimiento, y se vinculó desde 1918 al recién creado Laboratorio Samper Martínez, germen de nuestro futuro Instituto Nacional de Salud. Allí desarrolló su tesis de grado que vino a dar fin a una polémica vigente desde finales del siglo XIX, sobre la existencia o no del tifo exantemático en Bogotá que para muchos era sólo una forma hipertóxica de la fiebre tifoidea: su impecable demostración de la rickettsia como agente etiológico estableció claramente el diferente origen de las dos enfermedades.
Muy recién graduado se trasladó a Norte de Santander, donde hizo memorables estudios sobre enfermedades gastrointestinales, paludismo y fiebre amarilla endémica; residenciado por varios años en San Cristóbal (Venezuela), allí nació su primogénito José Félix Patiño Restrepo, otra gloriosa figura de la cirugía y la educación médica en Colombia, cuyo octogésimo aniversario acabamos de celebrar.
Regresado a Bogotá en 1932, ascendió por riguroso concurso el escalafón docente hasta llegar a ser profesor titular de la cátedra de Clínica Tropical y profesor honorario de la Universidad Nacional. Al tiempo escaló notables posiciones en la salud pública, habiendo sido Director Nacional de Higiene, de Salubridad Nacional y director del naciente Ministerio de Salud, cargo equivalente al actual de Ministro. Simultáneamente publicó nu merosos trabajos de investigación, sobre todo en el campo de la fiebre amarilla, que culminaron en su excelente resumen titulado Notas sobre la fiebre amarilla en Colombia, uno de los más completos y consultados aún en la actualidad. Al mismo tiempo dedicó sus observaciones a una extraña fiebre aparecida en el corregimiento de Tobia, cercano a Villeta; sus investigaciones llegaron a demostrar que se trataba de otra forma de rickettsiosis, similar a la fiebre manchada de las Montañas Rocosas, que describió en detalle en un artículo ya clásico del American Journal of Tropical Medicine, y cuyos brotes, hoy muy controlables, se han presentado esporádicamente desde entonces en varias regiones del país.
Pero aún no cesaban sus inquietudes sobre otras enfermedades infecciosas, en cuyo estudio supo parangonar hábilmente la epidemiología, la observación clínica y el laboratorio. Llamado a finales de los 30 a estudiar un brote febril agudo y con frecuencia mortal en las inmediaciones de Pasto (en aquel entonces distante varios días de la capital del país), allí se trasladó con uno de sus más brillantes y jóvenes alumnos, el hoy profesor Hernando Groot, y entre los dos realizaron los primeros extendidos de sangre que vinieron a demostrar, sin lugar a dudas, que se trataba de la bartonelosis también conocida como fiebre de Oroya o enfermedad de Carrión. También a comienzos de esa década prestó sus servicios como Inspector de Sanidad de las Fuerzas Armadas en la guerra con el Perú, donde se salvó milagrosamente de un naufragio en el río Orteguaza, en el que cuatro de sus cinco acompañantes perecieron.
Ya en las décadas de los 40 y 50 representó brillantemente al país en congresos científicos internacionales, habiendo sido uno de los más tenaces defensores de la naciente Organización Panamericana de la Salud (OPS) y contribuyendo de manera esencial al establecimiento y financiación de numerosas campañas entre nosotros por la Fundación Rockefeller. Sus acotaciones originales al lenguaje técnico por varias décadas contribuyeron a su elección como Académico de la Lengua, siendo a través de su vida un extenso cultivador de los clásicos griegos y latinos. Fue Presidente de la Academia Nacional de Medicina y de numerosas academias y sociedades científicas internacionales, algunas de las cuales lo distinguieron con sus condecoraciones más elevadas.
Como dijo el desaparecido Académico Carlos Sanmartín con ocasión del centenario de su nacimiento: "El doctor Patiño era suave pero firme; serio y estricto sin ser adusto; afable y con sentido del humor. Fue hombre de hogar cariñosamente dedicado a su esposa e hijos con los cuales no escatimó esfuerzos para darles, como a su primogénito, la mejor formación posible". A su muerte escribió Juan Lozano y Lozano: "En él se daban cita excelencias del intelecto y la conducta que rara vez se encuentran reunidas y, sobre todas esas cualidades, si no fuera paradoja, se diría que resplandecía su modestia".
Sus últimos años los pasó retirado en su hacienda de Gotua, en las vecindades de Iza, y por su propia voluntad dispuso que, a su muerte, se le enterrara en la misma población, donde hoy reposan sus restos. Pero su memoria ocupa hoy un sitial de honor en la historia de la ciencia colombiana.
El texto anterior fue publicado previamente en la revista Innovación y Ciencia volúmen XIV, número 2 de 2007 y se reproduce bajo la autorización de la revista Innovación y Ciencia y la Asociación Colombiana para el Avance de la Ciencia.
- JOSE SERGIO CAMARGO PINZÓN
Camargo Pinzón, Sergio
Ficha Bibliográfica
Título: Camargo Pinzón, Sergio
Militar y político boyacense (Hacienda Usamena, Iza, diciembre 26 de 1832 - Miraflores, septiembre 27 de 1907). El militarismo colombiano de la segunda mitad del siglo XIX presenta un tipo de militares-abogados, partidarios de la consolidación nacional, el orden y el respeto a las leyes, formados en un ambiente de guerras civiles, polémicas entre liberales y conservadores, centralistas y federalistas, clericales y anti-clericales, radicales y tradicionalistas. Uno de estos militares-abogados fue Sergio Camargo Pinzón, hijo de Simón Camargo y de Ignacia Pinzón Suárez. En la década de los cuarenta, la familia Camargo Pinzón vivía en su finca Gotua, en el cruce de caminos que conducen a Iza, Firavitoba, Pesca y Sogamoso. Sergio Camargo hizo sus estudios en el Colegio de San Bartolomé, donde recibió el título de Abogado, en el año 1852. Durante sus años estudiantiles, la Nueva Granada vivía un ambiente romántico y social. En diversas ciudades del país, comenzaron a aparecer las sociedades democráticas, organizadas por obreros y por la juventud. En Bogotá, los jóvenes granadinos de ideas avanzadas se reunieron alrededor de la Escuela Republicana, donde se formaron Sergio Camargo, Salvador Camacho Roldán, Santiago y Felipe Pérez, José María Samper, Felipe Zapata, José María Rojas Garrido y otros coetáneos que integraron la llamada Generación de los Radicales. La época preconizaba cambios drásticos en las instituciones existentes, se planteaba la necesidad de medidas radicales para conseguir el mejoramiento de las condiciones sociales y económicas. Políticamente, el Radicalismo que influyó en las ideas y actitudes del joven jurista Sergio Camargo, se inclinó a apoyar los movimientos que sostenían la libertad de expresión, la libertad de opinión y la libertad religiosa. Los radicales se manifestaban propensos a despreciar el autoritarismo, las dictaduras, el orden impuesto con rigor y los convencionalismos. Lucharon por el establecimiento del Estado laico, la separación entre Iglesia y Estado, la escuela laica gratuita y obligatoria, el sufragio universal y las libertades. Camargo, formado en un colegio tradicional como el de San Bartolomé y en un ambiente revolucionario radical, inició sus actividades como jurista en Sogamoso, donde fue nombrado juez. Su actividad política comenzó en 1857, cuando participó como vicepresidente en la asamblea constituyente de Boyacá, que dio las bases para la Constitución estatal. Ese mismo año, durante la presidencia provisional del general Santos Gutiérrez, fue secretario de Gobierno del Estado de Boyacá, y en 1862, fue presidente de ese estado, cargo que ocupó hasta el 30 de noviembre de 1865. Durante su administración, le correspondió la desamortización de bienes de manos muertas, la extinción de algunas comunidades religiosas en Boyacá, la organización de la penitenciaría de Tunja, la fundación de escuelas públicas y cárceles municipales. Se interesó por la construcción de caminos, entre ellos, el de Sogamoso a Casanare, el camino a las minas esmeraldíferas de Chivor y otras obras para el progreso de Boyacá. Cuando culminó su obra gubernamental en el Estado de Boyacá, Camargo ocupó la rectoría del Colegio de Boyacá, el alma mater de la cultura boyacense.. Era costumbre en los años del Radicalismo, que este plantel, donde se han formado las generaciones boyacenses, lo regentaran altas personalidades boyacenses del gobierno estatal o nacional, o escritores de talla nacional. En los años posteriores, Camargo ocupó diversos cargos en la administración y en la política. En 1868 fue secretario de Guerra y Marina en la presidencia del general Santos Gutiérrez, y en 1871, jefe de la Guardia Nacional. En 1876 fue elegido senador de la República por Boyacá y nombrado segundo designado a la Presidencia de la República. Posteriormente, en 1877, tomó posesión como presidente de la República, entre el 19 de mayo y el 13 de agosto de 1877, en reemplazo del presidente titular, Aquileo Parra, quien había pedido una licencia por motivos de salud. En su corto gobierno, Camargo se distinguió por su espíritu conciliador y prudente, que le dio fama como "presidente de la paz". Le correspondió decretar un armisticio total para lograr la conciliación y la hermandad de los colombianos, aunque algunos de sus copartidarios no estuvieron de acuerdo con el armisticio y las medidas pacifistas, principalmente ante los brotes rebeldes de los derrotados en la guerra. Camargo tenía una idea frentenacionalista para alcanzar la paz en Colombia, consideraba que para llegar a la paz, se necesitaría de la concurrencia de todos los partidos, asegurada en la Ley Fundamental. Después de su gobierno, fue designado diplomático en Europa para fortalecer las relaciones con Alemania, Francia, Gran Bretaña y el Vaticano.
En sus misiones diplomáticas, Camargo sentó las bases para el primer tratado de amistad con España, y dio los primeros pasos para el establecimiento de las relaciones diplomáticas con el Vaticano. En 1883 fue designado ministro plenipotenciario en Venezuela y diplomático ante el gobierno de Ecuador. Camargo Pinzón también participó en las guerras civiles de la segunda mitad del siglo XIX; por su actuación heroica; alcanzó el grado máximo de general de la República. Con el batallón Cazadores, actuó contra la dictadura del general José María Melo en 1854. Posteriormente, con el batallón Calaveras, participó en la batalla de Hormezaque y en la batalla de Tunja, en la Semana Santa de 1861. En la guerra civil de 1876-1878, el general Sergio Camargo fue el héroe de la batalla de Garrapata, el 20 de noviembre de 1876, una lucha de dos días, considerada como una de las más cruentas y difíciles de las guerras civiles. Así mismo, participó en la batalla de La Donjuana, el 28 de enero de 1877, que fue decisiva para el triunfo radical. Participó también en la guerra civil de 1885, promovida por el liberalismo radical para derrocar el gobierno de la Regeneración. En la batalla de La Humareda, el 17 de junio de 1885, en la cual participó el general Camargo con el ejército radical, los liberales fueron derrotados, con un elevado número de muertos. Años después, Camargo no fue partidario de la guerra de los Mil Días, la cual consideraba fatal para el futuro de Colombia. Por su heroicidad y, a la vez, su espíritu de conciliación y paz, ha sido llamado "el Bayardo colombiano" estableciendo una comparación con el famoso Pierre Terrail, señor de Bayard, célebre por sus actos heroicos ante los españoles y, en especial, por su defensa del puente de Garellano contra 200 españoles. El 1 de julio de 1868, Camargo contrajo matrimonio en Miraflores con doña Matilde Acosta Castillo, quien murió por el nacimiento de su primer hijo. Posteriormente, en 1871, contrajo sendas nupcias con doña Trinidad g Costa, hermana de su primera esposa y del general Santos Acosta. En sus últimos días, Camargo se residenció en Miraflores.
JAVIER OCAMPO LÓPEZ.
Bibliografía
CAMARGO PEREZ, GABRIEL. Sergio Camargo, el Bayardo colombiano. Tunja, Academia Boyacense de Historia, 1987. PEREZ AGUIRRE, ANTONIO. 25 años de Historia colombiana. Bogotá, Editorial Sucre, 1959. RODRIGUEZ PIÑERES, EDUARDO. El Olimpo Radical. Bogotá, Librería Voluntad, 1950.
www.banrepcultural.org/blaavirtual/biografias/camaserg.htm
- JOSE RAFAEL FRANCISCO MAMERTO CAMARGO BECERRA.
Tomado de Biblioteca Banco Popular.
Tomado de: Síntesis Panorámica de la Literatura Boyacense. Vicente Landines Castro.
Compositor, arreglista, trombonista y guitarrista nacido en Iza, Boyacá, el 27 de septiembre de 1905
- FRANCISCO CRISTANCHO CAMARGO
Compositor, arreglista, trombonista y guitarrista nacido en Iza, Boyacá, el 27 de septiembre de 1905
Músico desde su niñez, a los ocho años ya tocaba instrumentos de
cuerda y a los 10 musicalizó su primer poema. A los quince ingresó a la Banda
Municipal de Boyacá y posteriormente perteneció a la del Tolima.
En 1922 se traslada a Bogotá donde combina su participación en la
“Banda del Regimiento de Caballería Montada” con los estudios musicales en el
Conservatorio Nacional que dirigía el maestro Guillermo Uribe Holguín, donde
hace cursos avanzados de armonía, trombón y bombardino.
Su vinculación con el grupo de caballería montada hizo que tomara gran
afición por la equitación, deporte que practicaba con gran destreza. Fue amigo
de Pedro Morales Pino quien lo incorporó a su estudiantina como primera
bandola. Con ésta y con un grupo de importantes artistas de la época viaja a
España en 1929 en representación del gobierno nacional para actuar en la
Exposición Ibero Americana de Sevilla. Terminada la misión todo el grupo se
regresa a Colombia, pero Cristancho resuelve quedarse e ingresar al Real
Conservatorio de Madrid para adelantar estudios avanzados sobre armonía,
contrapunto, composición, instrumentación y dirección musical. Durante dicha
permanencia es nombrado trombonista de la Orquesta del Conservatorio, así como
trompetista de la Banda Nacional de España.
Terminados sus estudios en el
Conservatorio de Madrid se vinculó a las Orquestas “Las estrellas negras” y la
del alemán Mark Weber como primer trombón y con ellas recorre en largas giras
la mayoría de los países europeos.
Cristancho regresa a Colombia en 1937 y organiza varias orquestas.
En 1947 el Presidente Mariano Ospina Pérez lo distingue con el
nombramiento ad-honorem como Embajador de la Música Colombiana y en tal
condición recorre varios países realizando una importante labor de difusión de
nuestro folclore.
Como veremos seguidamente, Francisco Cristancho fue además de músico
excelente y virtuoso ejecutante de los más diversos instrumentos, un prolífico
compositor de hermosos temas en aires andinos colombianos. Estas son algunas de
sus obras: “Bochica”, “Bachué”, “Pa’ qué me miró”, “Bacatá”, “Tequendama”,
“Guatavita”, “Mi chatica”, “Tan matando un perro”, “Santafereña”, “Panoramas”,
“Retoños”, “Ta’ juertón”, “Iza”, “Monserrate”, “Chía”, “Desde que se fué con
otro”, “Tisquesusa”, “Torbellino de mi tierra”, “Festival chibcha”, “Lunares”,
etc…
Sobreviven al maestro Cristancho Camargo dos hijos, excelentes músicos
ambos, Francisco y Mauricio Cristancho Hernández.
Francisco Cristancho murió en Bogotá el 9 de febrero de 1977 causando
un profundo duelo nacional y recibiendo el homenaje póstumo del Gobierno
Nacional que expidió Decreto de Honores a la memoria del ilustre músico
colombiano, firmado por el entonces Presidente Alfonso López Michelsen.
Fuente: Universidad
Sergio Arboleda
Escuela de Filosofía
y humanidades
Departamento de
música “Mauricio Cristancho”